LA HERENCIA SANTERA DE CUBA

LA HERENCIA SANTERA DE CUBA

Si se trata de hablar de la música del Caribe, de sus ritmos, aires y embrujos, todos los caminos siempre nos llevarán a África, porque es allí donde se halla impreso todo su ADN. Fue justamente en Cuba donde, durante más de tres siglos, se perpetuaron con fuerza esas expresiones amulatadas y sincréticas del lamento de los hombres agrilletados que llegaron al Caribe, desde Nigeria y Benín, como mercancía en galeones españoles a finales del siglo XVIII. Para ese entonces, “la isla del encanto” era el puerto más importante de América, así como el epicentro de una nueva sociedad que se imponía, una en la que convivían colonizadores y negros, o mejor dicho, una sociedad de esclavistas y esclavos.

En ese obligado encuentro de familias y abolengos en las plantaciones de azúcar, se incubó un mestizaje de costumbres que cimentaron un nuevo capítulo en la historia negra de América. Una historia en la que sus ancestros yorubas, los orishas, encontraron en el fuego, el rezo, el baile y el rito la manera de sobrevivir a su suerte ensangrentada por la cruz y la ambición española que, a toda costa, procuró evangelizarlos y convertirlos de su fe pagana.

El ‘Aguanilé’ que canta Héctor Lavoe no es más que un canto de limpiezas y liberación espiritual invocando a ‘Yemayah’, la orisha de la fertilidad y la diosa madre; ‘Lo Atara la Arache’ de Richie Ray y Bobby Cruz es un llamado a gozar el bembé, una rumba sabrosa de barrio y, a la vez, un festejo de origen yoruba, que incluye cununos y tambores batá para invocar a ‘Changó’. Estos son algunos de los cientos de términos inmersos en la frescura rítmica del imaginario africano que migró a los salones de baile del siglo XX.

Fue así como a través de la palabra y la música, la santería, es decir, la hechicería y el culto de los yorubas fusionada con la religión europea, se extendió por las Antillas como un acervo vivo en la cultura popular que aún permanece en nuestros días a través del tambor, el güiro y la conga. Y es que, en su historia, la salsa ha sostenido la presencia del esclavo dentro de la santería y la herencia africana como un modo de profunda expresión americana en lugares donde el negro participó en la conformación del hombre criollo y caribe.

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