Sorpresivamente, cerca de la media noche, la luz del salón se apagó y de repente se encendió en el escenario iluminando la silueta de la más promisoria estrella del momento: Sinatra. Como solía hacerlo cuando estaba entre amigos, cantó hasta enronquecer. Luego se retiró para descansar, pidiendo que nadie lo molestara. Era tanto su afán de pasar desapercibido aquella vez, que se rehusó a registrar su visita en el hotel. Incluso, se desconocía de su permanencia en la isla hasta que, a su regreso a Estados Unidos, la publicación de una revista afirma que el cantante cenó con la mafia en un hotel de La Habana. Su reputación era escándalo nacional.